10 nov 2008

D - I

Hacía años que no vomitaba pero esa noche fue como un millón de borracheras juntas. Soporto muy bien el alcohol para ser una chica no lo digo para dármelas de nada, es así, todo el mundo lo piensa.
Después de casi un año sin verle, entró en aquel bar, MI bar. Siempre supo que lo era, así que estoy segura de que me buscaba...no sé por qué .
No me dirigió la palabra en toda la noche (y mucho menos la mirada), pero cuando me vi sola en un callejón perdido soltando hasta la primera gota de leche que tragué del pecho de mi santa madre, apareció. Se quedó como diez minutos mirándome, cuando pude atenderle sólo dijo:

- Deja de hacer estúpidos intentos para recuperarme,
me sigues dando asco.

Y se fue.
Cuando me conoció (nos conocimos) dijo que no le gustaba mi nombre y simplemente me llamaba D. Yo creo que mi nombre es precioso, no estoy nada de acuerdo con él en ese tema, bueno en casi ningún tema ...
"Dulce." Es bonito , ¿no? He tenido mucha suerte porque siempre me ha gustado mi nombre. La mayoría de las personas se lo cambian por un mote o lo acortan para no sentirse tan ridículos. A mí el mio me encanta.
No me importó que decidiera cambiar mi nombre, me daba igual como me llamase. Pero si que le recriminé que el suyo era muchísimo peor ; "Isidoro" , por Dios! Es repugnante! Sus amigos le decían Isi , a cual más feo. Por mi parte , yo le llamaba I.
Era sólo un juego, pero me gustaba. Incluso que me llamara D , apreciando mi nombre como lo hago, me gustaba. Me parecía... dulce.

Nos vimos durante unos meses casi todos los días. Me hacía gracia, pero siempre creí que le faltaba un tornillo, si no más.
Desapareció durante un tiempo y yo ya estaba prácticamente enamorada. Le llamaba a menudo y, cuando conseguía dar con él, era muy amable. Pero yo notaba que no quería verme. No entendía nada, la última vez que nos vimos todo había sido estupendo.
Vivíamos cerca y a partir de su desaparición dejé de verle por las calle. Supuse que se habría mudado para no volver a verme y no tener que darme explicación alguna. Pero, como ya digo, nunca lo entendí.
Yo lloraba casi todas las noches y me odiaba por ello. Empecé a beber más de la cuenta... que ya es decir y mis salidas nocturnas siempre acaban igual. Lo pasé francamente mal.
Me propuse centrarme un poco, no suelo deprimirme por cosas así y aquella historia estaba acabando conmigo. Lo conseguí , aunque seguía echándole de menos y llorando a escondidas por sus actos inexplicables.
Una noche de las que yo ya disfrutaba, me lo encontré en un pub. Había dejado de llamarle I y eso pareció no gustarle demasiado. Me evitaba todo el rato pero a mi me volvió todo de repente y caí tan bajo que le obligué a quedarse conmigo. Le obligué a besarme y a hacerme el amor. No era consciente de lo que hacía.
Después de eso no quise volver a llamarle, estaba avergonzada y había perdido el poco orgullo que me quedaba.
Lo superé, como siempre supero las cosas, dejandome un trocito de esperanza para hundirme algún que otro día. Me gusta hacerlo así, ya se que es una gilipollez, pero es mi forma de llevar estas cosas y punto.
Nunca le conté a nadie la verdadera versión de la penúltima noche, incluso yo llegué a creerme la versión light. Sentía asco de mi misma, así que olvidé todod ese asunto. Empecé a llevar una vida normal y a sustituirle con quien se acercaba y me hacía un mínimo de caso.

Y la última noche fue aquella, la de mi extraña y desbordada forma de vomitar y sus ojos clavados en mi nunca, la de esa frase que me grabó a fuego.
Yo estaba bien. Claro que me afectaba un poco que revoloteara por allí, pero bebí como una cosaca y me divertí muchísimo, a penas me percataba de su presencia.
Cuando me dejó sola en aquel callejón me sentí como si hubiera defraudado a mi propio padre. Estaba hundida y apestaba a tabaco y ron.
Volví a casa, me puse el pijama más triste que encontré, lloré como cinco o seis horas y me dormí. A la mañana siguiente me dí el baño más largo de mi vida y cuando conseguí arrancarme toda esa lacra que I me había dejado me fui a la playa a hacer deporte.
Nunca antes había hecho algo así. Ahora soy otra persona. No quiero volver a verle ni volver a verme. Hace año y medio que tiré a la basura todos los espejos de mi casa después de romperlos a patadas.
Espero que eso de los siete años de mala suerte no sea cierto.

4 comentarios:

Ladrón de mandarinas dijo...

Cuelga un espejo roto, no para verte a ti sino a los mil y un reflejos distintos de los que estás compuesta: así te recordarás a ti misma que, en caso de detestar uno, sigues teniendo infinidad de posibilidades y distintas maneras de ser.

Anónimo dijo...

Acaso no es asco lo que debería provocar eso que se suele llamar amor, y que no es más que una artimaña evolutiva cuyo único fin es asegurar la perduración de la especie?, es igual que ese habito de usar diminutivos o apodos hacía la persona que “amamos” es como una forma de adueñarnos de ella, me recuerda la película Closer, bucanero, Cupido, lo extraño es que no recuerdo que ninguno de los dos personajes femeninos tuviesen apodo alguno. <3
Nunca, se cuando eh de sorprenderme ante nuestra capacidad de permanecer indiferentes.

Ladrón de mandarinas dijo...

(/Offtopic: Hidrogenesse -grupo paralelo de uno de los Astrud- estuvieron en Málaga el fin de semana pasado y me enteré al día siguiente. Menos mal que siempre podré seguir cantando "todo da, todo da, todo da lo miiismooo".)

Extranjero dijo...

Qué cantidad de comentarios más grandilocuentes, por Dios de mi vida y yo que simplemente iba a decir que me gustaba el relato...

Vergüenza me doy.